En este pueblo medieval las casas son de color pastel: está más cerca de lo que imaginas y tiene un castillo del siglo XII
Vista general de Bosa en Cerdeña. Foto : Italia.it

En este pueblo medieval las casas son de color pastel: está más cerca de lo que imaginas y tiene un castillo del siglo XII

Colores suaves, una historia que sigue viva y un trazado urbano que se resiste al mapa: Bosa es uno de esos lugares donde el tiempo camina por libre.

Aleks Gallardo | Mayo 14, 2025

La primera impresión engaña. Uno se deja llevar por las casas de colores: fachadas rosa pálido, verde oliva, melocotón, azul claro… Una paleta amable, casi de repostería, que parece suavizarlo todo. Pero en Bosa, un pequeño pueblo de Cerdeña, junto al río Temo— la belleza no es el punto de llegada, sino el resultado de siglos de vida práctica, resistencia y cierta obstinación local por no plegarse del todo a las modas.

La armonía cromática de sus casas no responde a ningún plan urbanístico ni a una voluntad estética común. Es la consecuencia de generaciones de decisiones individuales tomadas con sentido del lugar. Y es justo eso lo que la hace especial: no hay impostación, ni prisa, ni una narrativa de postal. Solo un equilibrio natural entre lo vivido y lo construido, entre lo que fue y lo que todavía sigue siendo.

Castillos, callejones y casas que se sostienen unas a otras

Bosa no es un pueblo plano, ni figurada ni literalmente. Las calles suben y bajan como si se hubieran trazado siguiendo una lógica extraña pero que funciona. En lo alto de todo, el Castello Malaspina, fundado en el siglo XII, aún domina el paisaje con su silueta sobria y su historia entre nobleza, defensa y clero. Subir hasta él no es trivial, pero las espectaculares vistas desde sus murallas compensa el esfuerzo: el río serpentea al fondo, las casas se apilan como si se protegieran unas a otras, y el mar aparece en el horizonte.

Bajo el castillo se despliega el barrio de Sa Costa, el núcleo antiguo de Bosa. Aquí las calles son estrechas, a menudo sin acera, y las casas apenas dejan espacio entre sí. La arquitectura no obedece a simetrías: es una adaptación constante al terreno, al clima, a la historia. Todo parece improvisado, pero nada está fuera de lugar. Las fachadas, en tonos suaves, pero distintos, dan una sensación de conjunto que no necesita de reglas estrictas para funcionar.

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Balcones llenos de plantas en Bosa. Foto: Jurgen Scheef

El imborrable pasado industrial de Bosa

El río Temo no es solo decorativo. Es, de hecho, el único río navegable de Cerdeña y durante siglos fue una vía de comunicación y de trabajo. En sus orillas se conservan las antiguas tenerías del siglo XIX, construcciones austeras que recuerdan el pasado industrial del pueblo, cuando la curtiduría de piel era su principal actividad económica. Hoy, algunas se han transformado en museos o centros culturales; otras simplemente resisten al tiempo como testigos mudos de un periodo menos amable.

La relación con el trabajo artesanal sigue viva, sobre todo en las técnicas textiles tradicionales como el filet, un tipo de bordado muy laborioso que algunas mujeres del pueblo siguen practicando. Es un saber transmitido en voz baja, sin manuales, y que rara vez se muestra al visitante.

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El pueblo isleño de Italia con edificios de colores. Foto: Unsplash

Costumbres al lado del mar y una uva con carácter

La vida en Bosa sigue un calendario propio, marcado por las estaciones y las celebraciones locales, como el Carnaval. Esta no es una fiesta más. Aquí las máscaras no son decorativas, sino simbólicas, y muchas de las tradiciones tienen raíces profundas, a medio camino entre lo ritual y lo transgresor. Es un carnaval austero, con túnicas oscuras y gestos contenidos.

Bosa Marina, a unos dos kilómetros del centro histórico, ofrece al visitante una playa amplia, de arena fina y mar limpio. No hay exceso de servicios ni aglomeraciones. Es un lugar para el descanso, no para la exhibición. Y si se busca algo más apartado, hacia el norte se encuentran pequeñas calas entre rocas bajas y vegetación mediterránea.

La uva Malvasia, cultivada en los alrededores, es otra de las señas de identidad del pueblo. Con ella se produce un vino blanco con matices secos o dulces, según el tratamiento, que ha sido reconocido con denominación de origen. Algunas bodegas permiten visitar sus instalaciones.

No tiene grandes monumentos ni efectos especiales. Pero ofrece algo menos frecuente: una belleza que no se agota.

TURIUM TIPS

Subir al Castello Malaspina: explora la fortaleza medieval y su pequeña iglesia con frescos góticos. Desde arriba, la vista sobre el pueblo y el río quita la respiración.
Recorre Sa Costa: pasea sin mapa por el casco antiguo, entre callejones estrechos, casas de colores pastel y escalinatas irregulares.
Visitar las Antiguas Tenerías: asómate a las viejas curtidurías junto al río Temo para entender el pasado industrial de Bosa.
Relajarte en Bosa Marina: pasa una tarde en su playa tranquila de arena dorada y aguas limpias, ideal para nadar sin multitudes.