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Está en Francia, pero parece el paraíso: la ciudad bretona junto al Mont Saint-Michel con playas idílicas y piscinas naturales

La mejor ciudad de Bélgica para visitar en verano: es monumental y tiene canales navegables
Esta ciudad es una de las más bellas de Europa. Está en Flandes, a un paso de Brujas y otro de Bruselas, tiene un castillo de cuento y canales navegables por los que querrás darte tu más idílico paseo veraniego.
Está entre Brujas y Bruselas, pero no tienes por qué elegir. Las tres se dejan querer por igual. Y si nos salimos de la línea prácticamente recta que va directa al mar de Ostende, podríamos incluir a Amberes. Pero Gante es la ciudad flamenca con mayor número de edificios históricos, nació en la confluencia de los ríos Lys y Escalda, está atravesada de canales y atesora una joya difícilmente igualable. Sí, estamos hablando del retablo de "La adoración del cordero místico", de los hermanos Van Eyck, también conocido como el Altar de Gante, un políptico de doce tablas que es uno de los mayores tesoros artísticos no ya de Bélgica o de Flandes, sino del mundo. Y se puede ver, además, en el lugar para el que fue pintado hace casi seis siglos (1432), la catedral.
Gante, la ciudad belga donde nació Carlos I
Esta es, ya estamos tardando en decirlo, la ciudad donde vino al mundo Carlos I de España y V de Alemania, en el redondo año de 1500 y durante la celebración de un baile en el Prinsenhof de Gante. O sea, en la Corte de los Príncipes, la residencia de los condes de Flandes. Hoy el Prinsenhof es el barrio donde estuvo aquel palacio que llegó a tomar la forma de isla palatina, con sus dos hectáreas rodeadas de murallas, más de 300 habitaciones, un zoológico y un auténtico vergel.

Esto ya habla de la importancia que tiene el agua en todo lo gantés. Como en Venecia, aquí también se pueden admirar las genialidades arquitectónicas, coordinadas en una perfecta coreografía monumental, en un apasionante paseo en barco. Porque, pese a su talante cosmopolita y su vocación multicultural, lo que se hace evidente en su querencia por el arte urbano y los grafitis, Gante es descaradamente medieval. En Patershol, clásico barrio con alma y muy rendido a la gastronomía, entrarás en un laberinto de calles en el que querrás perderte, con sus tiendas, chocolaterías, ateliers, casas de comida y cafés.
Un castillo medieval con foso y puente levadizo
Decíamos Edad Media y ahí está el castillo de los Condes de Flandes, una fortaleza de la época con foso y puente levadizo, pero también con muralla, torre del homenaje (ojo, se puede subir), residencia condal y establos, que se conserva, por increíble que parezca, intacta, como reliquia de la cultura caballeresca del siglo XII. Y esta vez no hay que conquistar lo alto de ninguna loma porque se halla en el corazón de la urbe y dando cobijo al Museo de las Armas, muy propio, y al Judicial, con instrumentos de tortura.
La Lonja del Pescado, uno de sus mercados más antiguos, está muy a mano, en la plaza Sint Veerleplein, rindiendo homenaje a las aguas desde su puerta de entrada, que no podía ser más barroca, con Neptuno presidiéndola, y acompañado el dios del mar por los dos ríos, el Lys, hecho mujer, y el Escalda, hombre. Hoy acoge la Oficina de Turismo.
Una catedral que atesora obras maestras del arte
Muy cerca, en la plaza Sint-Baafsplein, se alza la catedral de San Bavón, construida sobre una primera iglesia del siglo X que luego fue románica y con el tiempo, a medida que la ciudad se hacía más rica y poderosa, se convirtió en catedral gótica. Si el exterior alcanza la gloria propia de estos monumentos, el gozo que depara su interior es inenarrable. No ya por la obra maestra de los Van Eyck, que solo puede medirse con el cielo, sino por la pintura "La conversión de San Bavón", de Rubens; el altar mayor de mármol, el púlpito rococó o la lámpara gótica.

Esto en cuanto a la catedral, porque al lado está la iglesia de San Nicolás (s. XIII), que fue bastión espiritual de las gentes del comercio y es conocida por su cimborrio, una especie de linterna natural, además de su órgano romántico y sus vidrieras, apuntalando el gótico conocido como escaldino. Y, en medio de estos dos edificios, el Campanario Municipal, o Torre Belfort, virguería gótica que vigila el casco antiguo y encarna la prosperidad e independencia de la ciudad.
Para dejarlo bien claro, un dragón corona la torre y hace las veces de simbólico guardián. Adelante con esa subida para verlo todo desde lo alto. Y atentos a los domingos cuando suenan sus campanas, ya no para anunciar al invasor o los estragos de un incendio, sino por el puro goce del concierto.
Los beaterios, las comunidades de las “feministas” beguinas
Por si fuera poco, aún quedaría por citar de paso sus abadías o su ayuntamiento, con dos caras, una revestida de gótico flamígero y la otra sobriamente renacentista. Y también sus beaterios, constituidos a partir del XIII a las afueras de la ciudad para aquellas mujeres, las conocidas como beguinas, que aspiraban a vivir una vida devota en pequeñas comunidades, pero con cierta independencia y sin tomar los votos monásticos.

De hecho, son consideradas las primeras feministas de la historia porque no rendían cuentan a las autoridades eclesiásticas y se ganaban el pan con su trabajo. En realidad, se trata de barrios desplegados en torno a una iglesia y amurallados. Pues bien, en Gante están tres de los 13 que hay en Flandes, que son Patrimonio Mundial de la Unesco. La última beata de la ciudad de Carlos I falleció en 2008, poco antes de cumplir los 100 años. La paz que se respira por sus calles adoquinadas es, digámoslo así, divina. Por lo demás, por Gante se va en barco, a pie, por supuesto, y en bicicleta. De día y también de noche cuando la ciudad se ilumina y todo parece mucho más aún de cuento.