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El pueblo del norte que recuerda a Frozen está en el norte de España y parece de cuento

Parece sacado de una película de Disney, pero está en España: este es el pueblo del norte que recuerda a Frozen
Lanuza fue desalojado en los años 70 y más tarde reconstruido, y hoy es un destino tan fotogénico que parece sacado de Frozen, la película de Disney.
Los Pirineos están llenos de lugares de ensueño, que parecen sacados de la imaginación de algún genio. Sitios como el pueblo medieval de Aínsa, en los que el tiempo no corre y todo parece posible. Destinos rodeados de montañas que se tiñen de blanco en invierno, rebosantes de casas de piedra con tejados de pizarra, donde puedes descubrir lagos que reflejan el cielo como un espejo, como sucede en Lanuza.
Aunque está en el norte de España, parece un decorado sacado directamente de una película de animación. Y no de cualquiera: quienes lo visitan por primera vez no tardan en compararlo con el reino de Arendelle, donde se desarrolla parte de Frozen, la aclamada película de Disney. Pero este mágico rincón no está en Noruega ni en Islandia, sino en el Valle de Tena, en la provincia de Huesca. Y es, sin duda, uno de los pueblos más pintorescos del Pirineo aragonés.
Este pueblo de Huesca parece de Frozen
Aunque menos visitada que otras provincias de España, casi parece que en Huesca cualquier cosa es posible. Desde dormir en un hotel que es una antigua estación de tren, hasta descubrir pueblos de cuento donde nadie enarcaría una ceja si uno de los vecinos, de pronto, hiciese un conjuro.
Cuando uno llega a Lanuza por primera vez, la sensación es la de estar entrando en un escenario de fantasía. Situado a más de 1.200 metros de altitud y rodeado por los imponentes picos del Pirineo aragonés, este pequeño pueblo combina a la perfección arquitectura tradicional, entorno natural y una atmósfera mágica que recuerda inevitablemente a los paisajes de la película Frozen. No es casualidad que quienes lo conocen lo describan como el Arendelle español.

Una de las cosas que hacen de este un sitio tan especial es su ubicación. El pueblo se asienta junto a un lago de aguas cristalinas, el embalse de Lanuza, que actúa como un espejo natural donde se reflejan tanto las montañas como las casas de piedra. En invierno, la nieve cubre tejados, caminos y cumbres, creando un paisaje blanco y sereno que parece sacado de una postal navideña. Si has visto la peli de Disney, no te resultará difícil imaginar a Elsa o Anna contemplando el valle desde algún mirador.
Además, su arquitectura típica del Pirineo, con construcciones de piedra, tejados de pizarra y balcones de madera, aporta un encanto especial. Todo está cuidado con mimo, desde las fachadas restauradas hasta los pequeños detalles decorativos que respetan la estética tradicional. Caminar por sus calles es hacer un viaje en el tiempo, a un pueblo de montaña que ha sabido renacer sin perder su esencia.
Qué ver en Lanuza
Si estás planeando una visita al Pirineo aragonés y te preguntas qué ver en Lanuza, sin duda lo primero y más indispensable es el embalse de Lanuza. Si en invierno la superficie helada actúa de espejo, en primavera y verano sus aguas turquesas invitan a recorrer la orilla y disfrutar de un paseo tranquilo, en completa conexión con la naturaleza. Se trata de una postal preciosa, que no dudamos que se quedará en tu memoria para siempre.
Justo a orillas del pantano se encuentra el pueblo. Y, aunque pequeño y más moderno de lo que parece, el casco antiguo ha sido restaurado respetando la arquitectura tradicional del Pirineo. Al recorrerlo, nos encontramos con calles estrechas empedradas, chimeneas que expulsan el humo con lentitud, balcones de madera y fachadas decoradas con flores. Entre las casas bajas, despunta la iglesia de San Salvador, una pequeña joya románica con unas vistas inmejorables sobre el embalse y las montañas circundantes.
Pero es que además, Lanuza es un punto de partida ideal para hacer multitud de rutas de senderismo, aptas para todos los gustos y niveles. Desde paseos suaves como la ruta circular Lanuza-Sallent de Gállego, de apenas 5 kilómetros de longitud, hasta ascensiones más exigentes como la que lleva al ibón de Respomuso, uno de los lagos glaciares más espectaculares del Pirineo.
Durante las caminatas es habitual encontrarse con fauna local, como marmotas, buitres o incluso sarrios. En otoño, el paisaje se viste de ocres y rojizos, mientras que en invierno, la nieve convierte los alrededores en un verdadero escenario de película. Pero no creas que la primavera y el verano son menos espectaculares. Cuando el entorno se tiñe de verde, el pueblo de Frozen se transforma en un lugar rodeado de naturaleza viva que, sin duda, merece la pena conocer.