
Este pueblo del norte es uno de los más bonitos de España: está en Asturias, lleno de playas preciosas y calas secretas
En Llanes no hace falta elegir entre historia y naturaleza. Aquí se vive todo intensamente y sin intermediarios, de la esencia astur de su casco histórico al refugio íntimo de calas casi secretas.
Llanes es uno de esos pueblos del norte que todos querríamos tener como refugio climático. A este rincón del oriente asturiano uno llega en busca de un lugar auténtico donde la tranquilidad no sea algo decorativa, sino un modo de vida. En apenas treinta minutos puedes recorrer siglos de historia y terminar con los pies descalzos en una cala perdida. Todo es cercano y sencillo, el auténtico lujo en 2025.
El casco antiguo de Llanes sigue siendo lo que siempre fue: el núcleo vivo de una villa medieval. Aquí se respira algo muy asturiano: una mezcla entre orgullo y humildad que impide que la villa se transforme en un parque temático turístico. Fíjate en sus calles auténticas que todavía conservan nombres que remiten a otros tiempos, como Mercaderes, llenas de casonas de piedra que guardan historias de indianos, navegantes y nobles locales.
Calles con raíces y sidrerías con carácter en Llanes
En Llanes, basta acercarse a la Plaza de Santa Ana para entender su esencia. Este lugar es el corazón social del pueblo, donde vecinos y visitantes conviven. Las sidrerías que rodean la plaza desprenden el aroma del queso Gamonéu y lo mezclan con el golpe seco del escanciado. Aquí las tapas no buscan innovar, simplemente respetan el producto asturiano, que ya es decir mucho.
A unos pocos pasos, la Basílica de Santa María impone respeto con su estilo gótico sobrio. Es un templo construido con una piedra que ha resistido siglos de humedad y viento cantábrico. Cerca, palacios como el de Gastañaga muestran fachadas robustas y jardines interiores.
Y entre calle y calle, tiendas locales que mantienen vivo un comercio propio, orgulloso de lo que vende y alejado de modas pasajeras. Aquí todavía hay panaderías que hornean a diario y tiendas gourmet donde encontrar productos asturianos auténticos, sin trampas ni etiquetas modernas.

Calas íntimas a pocos pasos del pueblo
En menos tiempo del que tardas en decidir dónde comer, puedes cambiar las calles empedradas por senderos que desembocan en calas escondidas. Este paseo es sencillo, sí, pero precisamente por eso te obliga a fijarte en lo esencial: el olor a mar y el verde profundo del paisaje.
Quizá la más conocida entre las más cercanas es la playa del Toró. Sus rocas repartidas por la arena crean un paisaje singular, casi surrealista cuando baja la marea. Pero la verdadera joya para quienes buscan privacidad es la cala de Poo. Su estrecha entrada desde el mar hace que el agua parezca una laguna protegida por colinas verdes. No hay nada más lujoso que estar allí, en silencio.
Algo más lejos, pero todavía accesible caminando, aparece Ballota, menos visitada, más salvaje, ideal para quienes sienten que el auténtico privilegio está en alejarse un poco más del camino habitual. Aquí la costa se muestra más cruda, más real con la belleza desnuda del Cantábrico.

El puerto de Llanes al atardecer
Al regresar al pueblo, con el día ya terminado, el puerto se convierte en el lugar perfecto para observar la vida real de Llanes. Los barcos pesqueros llegan y salen, y los pescadores siguen trabajando sin prestar mucha atención a los turistas, que casi son lo habitual.
Allí mismo, los Cubos de la Memoria, obra del artista Agustín Ibarrola, ponen una nota contemporánea pero integrada con inteligencia. Sus colores se reflejan en el agua, mezclando modernidad y tradición de una manera natural, sin forzar contrastes innecesarios.

Terminar el día cenando en el puerto es la opción perfecta. Sabores directos, platos honestos y una calidad que no necesita etiquetas ni publicidad.
En Llanes no estás de paso, aunque pases solo unas horas. Aquí te quedas un poco más, aunque sea mentalmente. Porque después de recorrer calles históricas y calas escondidas entiendes que vas a querer volver.