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De Copenhague a Helsinki: estos son los mejores destinos nórdicos para escapar del calor
Cuando la ola de calor se convierte en una visita fija cada verano, lo agradable está más cerca de un fiordo que de una playa saturada. Estas escapadas al norte lo confirman con creces.
Los termómetros ya no avisan, nos amenazan. El verano en el sur de Europa empieza a complicarse para los que no llevan bien el aumento de las temperaturas y, por eso, cada vez son más lo que optan por vacaciones alternativas alejadas de sombrillas y aires acondicionados. Mientras tanto, en el norte, los destinos nórdicos conservan algo casi exótico a estas alturas: temperaturas suaves, aire limpio y esa luz oblicua de julio tan maravillosa.
Entre los que prefieren sandalias de trekking a chanclas de playa y los que buscan sombra natural en vez de toldos, cada vez son más los que miran hacia el norte cuando llega el verano. Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia e Islandia ofrecen rutas, paisajes y mucha cultura. Aquí, una selección para viajar ligero… de calor.
Copenhague: diseño, canales y baños urbanos
Puede que el hygge ya haya pasado su pico de popularidad editorial, pero sigue muy vivo en la capital danesa. Copenhague en verano es la personificación del buen gusto climático: 22 grados de media, terrazas con mantitas (por si acaso), y una ciudadanía que ha elevado el baño urbano a arte.
El barrio de Islands Brygge es el lugar perfecto para darse un chapuzón en las aguas del puerto, rodeado de arquitectura contemporánea y bares de vino natural. Si lo tuyo es más observar que lanzarte, el paseo en bicicleta junto al canal te regala una postal tras otra: del puente Cykelslangena las casas flotantes de Christianshavn. Y cuando el cuerpo pida recargar energías, apunta: cenar en Høst (premiado por su interiorismo) es como entrar en Pinterest y quedarse a vivir.

Islas Lofoten: donde el sol no se pone
¿Quién necesita fuegos artificiales cuando existe el sol de medianoche? Las Islas Lofoten son uno de los destinos más buscados de Noruega. Aquí incluso puedes cenar a las once de la noche con luz natural, caminar por playas de arena blanca que parecen caribeñas (aunque la temperatura del agua no engaña), y dormir en un antiguo secadero de bacalao convertido en hotel boutique.
Aquí, el concepto de verano se reinventa: trekking entre fiordos, kayak en aguas cristalinas, pesca responsable y galerías de arte en pueblos con nombres imposibles como Reine o Henningsvær. Todo envuelto en una estética de película.

Estocolmo, un verano de alta cultura
Si te decides a pasar un fin de semana en Estocolmo en verano, tienes que saber que la ciudad se divide entre dos verbos: fluir y flotar. La ciudad descansa sobre 14 islas conectadas por puentes que se convierten en miradores espontáneos. A mediodía, puedes pasar de visitar una exposición de diseño escandinavo en el museo ArkDes a tomarte un café con cardamomo frente a un lago urbano. El contraste entre naturaleza y urbanismo está tan bien medido que uno se plantea seriamente quedarse más de la cuenta.
Pero el verdadero lujo estival está en los ferris que conectan la ciudad con su archipiélago: más de 30.000 islas, muchas deshabitadas, otras con casitas rojas que parecen salidas de un catálogo de infancia nórdica. Algunas tienen saunas públicas, otras, pequeños restaurantes de producto local, y casi todas ofrecen un baño con fondo de roca y horizonte despejado.

Helsinki: verano minimalista
Helsinki es esa ciudad que no lo parece de primeras pero siempre convence. Menos turística que sus vecinas, más relajada y con una arquitectura que mezcla modernismo nórdico, brutalismo soviético y diseño contemporáneo, la capital finlandesa brilla especialmente en los meses de julio y agosto con sus saunas imprescindibles.
Allí, el lujo se mide en gestos sencillos: un pícnic frente al mar en Kaivopuisto, un baño al atardecer en la Allas Sea Pool o una sesión de sauna en Löyly, uno de los espacios más espectaculares del nuevo diseño finlandés, donde madera y hormigón conviven con el Báltico como telón de fondo. Bonus track: los locales son extremadamente educados, pero si les preguntas por qué no tienen aire acondicionado, te dirán que su verano dura cinco minutos. Y que así está bien.

Islandia: naturaleza a escala geológica
Viajar a Islandia en verano no tiene nada que ver con viajar a Islandia en invierno. Es como visitar otro planeta. Los días eternos permiten explorar sin prisas cascadas, géiseres, campos de lava y playas negras. Aquí no hay grandes ciudades, ni falta que hace. Reykjavik sirve como base inicial, pero lo interesante está en la carretera.
La Ring Road, que rodea la isla, se convierte en la banda sonora perfecta de un verano alternativo. Puedes dormir en granjas convertidas en alojamientos de autor, darte baños termales en mitad de la nada (como en el Secret Lagoon o los más recientes Hvammsvík), y cruzarte con más ovejas que personas. El lujo aquí es la escala: mirar un glaciar y sentirte como un pequeño punto.
