Estuche de la edición especial Eduardo Chillida & Abadía Retuerta. FOTO: Abadía Retuerta

Maridaje de arte, tiempo y silencio

Chillida Leku y Abadía Retuerta estrechan lazos en el centenario del artista donostiarra, reforzando los vínculos con la creación de una obra de arte que abraza el nuevo vino de esta bodega.

Vicky Vilches | 5 Nov 2024

Sardón del Duero no es Macondo, pero es innegable la magia y las felices casualidades en la historia que ha unido la sensibilidad de Eduardo Chillida con la bodega Abadía Retuerta, enclave vallisoletano que figura por méritos propios en el mapa del buen vivir y del buen comer. Tanto es así que resulta inevitable pensar que unas gotas de realismo mágico nutren este relato de felices y fecundos encuentros. Más aún en el año que se celebra el centenario del escultor donostiarra.

Los desafíos inmediatos

Cien años de sensibilidad que se aprecian en el ábside de la abadía, uno de los rincones más bellos. Desde que se instaló allí la escultura Rumor de límites 5, del artista vasco, parece que el mundo se detiene junto a esta ventana milenaria bañada por la luz y por el sonido de ese acero que traspasa los límites de tiempos y espacios. 

Todo habla en este rincón del universo del autor del Peine de los vientos, de sus referentes, de la excelencia, del silencio, y nos remite también de una manera intuitiva a esos monjes que en el siglo XII levantaron estos muros bajo una divisa que parece más necesaria que nunca: hacer una buena obra. Y así podría calificarse esa magistral pieza y la iniciativa de Enrique Valero, director general de Abadía Retuerta, quien hace algunos años la descubrió por casualidad en las oficinas centrales Novartis, en Basilea, en un emplazamiento donde no mostraba todo su esplendor y que solo podían disfrutar unas pocas personas. 

La farmacéutica suiza es la propietaria de este antiguo monasterio situado en un pueblo de Valladolid, que decidió rescatar hace unos años de su abandono de una manera respetuosamente ejemplar, y convertir en uno de los mejores establecimientos hoteleros de España, ligado al patrimonio histórico y cultural, a la gastronomía, a la sostenibilidad y al enoturismo, y cada vez más, al arte. 

Es fácil imaginar la convincente y contagiosa sonrisa de Valero, en sus frecuentes reuniones de trabajo en la sede de la farmacéutica, a la hora de planear la manera de recuperar la escultura para que formara parte de la colección vallisoletana. También su satisfacción, una vez conseguido su propósito, y hasta el gesto de aquellos clérigos que vivieron aquí y plantaron las primeras vides. 

“No solo pretendíamos traer esta obra en particular, sino establecer un nexo con la familia Chillida, nutrirnos de quienes saben de arte, aprender de ellos”, cuenta. Empezaba así una colaboración y, de alguna manera, se retomaba la curiosa, y no del todo conocida, relación del artista donostiarra con Pucela. Fue aquí, una tarde de 1942, donde tal vez su vida cambió para siempre. 

Era por entonces, con 19 años, el guardameta de la Real Sociedad, que se enfrentaba ese día al equipo local en el viejo estadio José Zorrilla, en un partido decisivo para ascender a primera división. Una grave lesión de rodilla en el encuentro hizo que se replanteara su futuro y se centrara en esa disciplina que desde niño le había atraído. “Tal vez fue cosa del destino”, rememora su hijo Luis, quien recuerda la conexión de su padre con la ciudad, muy especialmente a raíz de su gran amistad con el poeta vallisoletano Jorge Guillén, al que conoció en la Universidad de Harvard, y para quien creó una escultura en su honor que se encuentra en la capital castellanoleonesa. 

Un legado compartido

Volviendo a Rumor de límites 5, esta pieza no viajó directamente de Suiza a Sardón del Duero, sino que pasó antes por su casa madre, Chillida Leku, y por la forja donde fue creada para ser cuidadosamente restaurada. “Ha sido un viaje maravilloso para todos. Mi padre siempre decía que cuando salía una obra de nuestro museo al aire libre tenía que estar en un sitio, al menos, tan hermoso como ese”, recuerda Luis. Y añade Mikel, su nieto: “Estamos convencidos de que él estaría muy feliz de saber dónde se encuentra ahora mismo”.

Traerla hasta España, recuperar su esplendor y darle su soberbio emplazamiento actual, para deleite de clientes y huéspedes, es un primer paso, que da pie a continuar con otras iniciativas a partir de estas creaciones que juegan con las geometrías abiertas. 

“Este es un proyecto vivo, que va enriqueciendo nuestra colección artística, nuestros vínculos con la tierra, nuestros valores compartidos”, añade Valero. Fruto de esta visión común fue el préstamo temporal hace dos años de la obra, Lotura, una escultura de acero macizo, erigida verticalmente, como un árbol en la naturaleza, que lució un tiempo soberbio en los cuidados jardines del hotel. 

Perfecta simbiosis

El último eslabón de esta cadena que une conceptos y sensibilidades se concreta en el estuche de la edición especial Eduardo Chillida & Abadía Retuerta

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La escultura Rumor de límites 5, de Eduardo Chillida, bañada por la luz que entra en el ábside de la abadía. FOTO: Abadía Retuerta

Una pequeña joya, un delicado maridaje entre arte y buen vino que hay que entender en este contexto de colaboración realizada con motivo del centenario del nacimiento del artista. “Elegimos una escultura sin título de 1963 que parece evocar la estructura de una vid, sus troncos, sus brazos y sus raíces”, explica Iñaki. Y todo indica que vendrán más. Siguiendo el lema de la orden que habitó estos muros, Ad omne opus bonum parati (preparados para cualquier buena obra).