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Ni Venecia ni Aveiro, esta ciudad con canales está en Francia: es preciosa y de origen medieval

Ni Venecia ni Aveiro, esta ciudad con canales está en Francia: es preciosa y de origen medieval
La catedral, la Petite France, la Neudstat, el barrio europeo… Hay muchos Estrasburgos, pero están en este. En Alsacia, en la Francia que linda con Alemania.
La archiconocida Estrasburgo, en la Francia fronteriza con Alemania, es la ciudad a la que uno está deseando ir. Suena a oficinas de la Unión Europea y a ejecutivos, pero es muchísimo más. La más antigua y la más moderna. Eso sin haberse alejado jamás de la naturaleza y abogar siempre por la bicicleta. Podríamos ir de cabeza al Parlamento, que al fin y al cabo simboliza la unión entre los pueblos, pero vamos a dejarnos guiar por el instinto viajero que nos lleva directos a la catedral, de Notre-Dame, como en París.
Casi tres siglos para dar por concluido este "gigantesco y delicado prodigio", como lo llamó otra gloria nacional, el escritor Victor Hugo. Clavando en el cielo su aguja de 142 metros y dando una lección magistral del gótico, con vidrieras que datan de los siglos XIII y XIV, culminadas dramáticamente con un rosetón de 14 metros de diámetro. Solo se puede hablar con palabras mayores de este templo que es el gran símbolo de una ciudad llena de ellos.
Los tesoros de Estrasburgo: Notre Dame y mil palacios
Como en toda catedral, no toda la riqueza está en el interior. Uno podría estar mirando su fachada durante horas, tratando de desentrañar las historias en piedra y sus personajes. Dentro, hay tesoros por todos lados, del pilar de los ángeles al órgano, aunque el gran reclamo es el reloj astronómico animado (1575). Y ya que las catedrales son excepcionales miradores, hay que animarse y subir los 330 escalones que llegan hasta los 66 metros de altura, desde donde se ven no solo los armónicos tejados, sino también los Vosgos y la Selva Negra.

Nos hallamos en la Grande Île, que es la parte delimitada por el Ill, afluente del Rin, y el canal de Faux-Rempart, porque Estrasburgo también es una ciudad de canales, como Aveiro, la Venecia portuguesa. Tanto que esta Gran Isla, que constituye el núcleo histórico y es un conjunto monumental de incalculable valor artístico, está unida al resto por 21 puentes y pasarelas. Aquí todo son calles estrechas, llenas de tiendas y winstubs, tabernas tradicionales que fueron inventadas por los productores de vino para dar salida al sobrante de sus cosechas.
De plaza e plaza, de la tradición a la vanguardia
Y aquí se puede ir de plaza en plaza. Empezando por la del Château, que alberga la célebre Maison de l'Œuvre Notre-Dame (1347), frente a la catedral, y el Palacio Rohan (1742), de inspiración parisina, que fue residencia de cardenales y palacio imperial y real, por lo que es vivo testimonio de la vida principesca del XVIII. Y siguiendo por la del Marché Gayot, llena de ambiente y de terrazas; o la Broglie, la del mercado navideño, pero también la del ayuntamiento y la casa en la que Rouget de l'Isle compuso La Marsellesa.
Sin embargo, la mayor es la Klébel, corazón de la ciudad, presumiendo de L'Aubette, un edificio dieciochesco donde los iconoclastas Theo Van Doesburg, Jean Arp y Sophie Taeuber-Arp instalaron en 1928 un complejo de ocio vanguardista con espíritu de obra de arte total, aplicando las teorías estéticas del movimiento neerlandés De Stijl, muy en boga entonces.

Qué decir de la Petite France, el antiguo barrio de molineros, pescadores y curtidores, que tanto recuerda, por ejemplo, a Giethoorn, pueblo holandés con canales navegables. Que es increíblemente bonito y pintoresco, con antiquísimas casas de colores asomadas al Ill, formando este un delta con sus cinco brazos.
Todo es llamativo: la plaza Benjamin Zix, con la Maison des Tanneurs y sus geranios en flor; la empedrada Rue du Bain-aux-Plantes, prodigio de la arquitectura típica, y el Pont Tournant, puente peatonal que gira para dejar pasar a los barcos turísticos. No se puede dejar de nombrar los Pont Couverts, vestigio de la muralla medieval, ni la Presa Vauban o Gran Esclusa, con una extraordinaria terraza panorámica.
Una ciudad nueva y un barrio europeo
Nada que ver la Petite France con la Neustadt, el barrio imperial alemán, de principios del siglo XX. Es nuevo, mas impresiona igual aunque distinto: amplias avenidas, como la de la Liberté, casi unos Campos Elíseos; majestuosas plazas, como la de la République, con el Palacio del Rin, la Biblioteca y el Teatro Nacional, y alguna que otra extravagancia arquitectónica.
No nos olvidemos del Palacio Universitario, edificio neorrenacentista que nació como universidad, muy al estilo alemán, al que amparan 36 estatuas de sabios. Ni de la iglesia de San Pablo (1897), que tantas veces se confunde con la catedral, de estilo neogótico, con dos agujas gemelas y un gran rosetón. Y en lugar inmejorable, en el extremo de la isla Sainte-Hélène, junto al Ill. Las iglesias, palacios, puentes, casas históricas y demás atractivos son innumerables.

Pero, claro, Estrasburgo es la sede del Parlamento Europeo, que se alza en el barrio que simboliza la reconciliación franco-alemana y la construcción de Europa. El propio edificio del Parlamento, inaugurado en 1999, es una joya de la arquitectura moderna, a cargo de Architecture Studio, llena de simbolismo. Solo diremos que su inmensa fachada acristalada alude a la transparencia democrática y que su aspecto inacabado apunta al proyecto europeo, en permanente construcción.
Además, entre otros edificios institucionales, se levanta el espectacular Palacio de los Derechos Humanos (1995), sede de este Tribunal Europeo, hecho de dos sorprendentes cilindros metálicos que representan la balanza de la justicia y con portada también de cristal, ajustándose perfectamente al meandro del río. ¿El arquitecto? Sir Richard Rogers.