Esta es la ciudad donde se inventó el surf europeo: está en el norte de España y es el destino más cool del Atlántico
Biarritz se mantiene fiel a lo suyo. Foto : Unsplash

Esta es la ciudad donde se inventó el surf europeo: está en el norte de España y es el destino más cool del Atlántico

Del esplendor imperial al neopreno chic, Biarritz combina historia, elegancia vasca y olas perfectas con el desenfado y tranquilidad de quien no necesita demostrar nada.

Aleks Gallardo | Junio 3, 2025

Las ciudades con pasado imperial suelen tener algo en común: dejar claro ese pasado. Fachadas que imponen, fuentes simétricas, silencios largos en los museos. Biarritz, en cambio, tiene el encanto de quien ha tenido corona, pero ha sabido combinarlo con una tabla de surf y chanclas de diseño. Fue Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, quien puso este pueblo vasco con aires franceses en el mapa aristocrático del siglo XIX. Lo que empezó como retiro veraniego de la corte francesa es hoy un híbrido de lujo retro y libertad.

Y mientras muchas ciudades luchan por reinventarse cada temporada, Biarritz parece haber entendido hace tiempo que la clave está en mantenerse fiel a lo suyo. Aquí nació el surf europeo en los años 50, gracias a unos americanos que, según la leyenda local, cambiaron las olas californianas por las del Cantábrico sin echar nada en falta. Desde entonces, Biarritz se ha convertido en un lugar donde el salitre convive con los perfumes caros, y donde los mejores atardeceres se celebran con vino natural y playlists francesas en una terraza frente a la Grande Plage.

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El surf europeo se inventó en Biarritz. Foto: Luis K (Unsplash)

Surf en Biarritz, pero con savoir-faire

Empecemos por lo obvio: el surf. Biarritz es uno de los pocos lugares donde verás a un señor en camisa de lino cruzar la calle con una tabla bajo el brazo. La Côte des Basques, rodeada de acantilados, es la playa más emblemática para iniciarse o simplemente observar. Las escuelas de surf, que funcionan casi todo el año, han domesticado el deporte hasta hacerlo accesible para iniciados. Y si eres más de terraza que de neopreno, la vista desde el bar Etxola Bibi al atardecer puede convertirte en fan del surf sin haber tocado el agua.

Pero Biarritz no es solo (ni principalmente) para veinteañeros bronceados. Es también para quienes disfrutan pasear por el mercado de Les Halles, lleno de quesos olorosos, cervezas artesanas y panes que crujen. Para los que quieren probar un plato de axoa (estofado de ternera especiado) después de una caminata por el Rocher de la Vierge, una roca con una estatua de la Virgen conectada por una pasarela metálica que diseñó Eiffel. 

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Camino a la Roca de la Virgen, Biarritz. Foto: Farbod Papoli (Unsplash)

El Hôtel du Palais, antigua residencia de Eugenia, domina la bahía con ese aire de un glorioso pasado que permanece. Renovado con mimo, conserva sus molduras doradas y su jardín frente al mar, pero se ha adaptado al huésped que viaja con AirPods y pide kombucha en el desayuno. Es uno de esos lugares donde puedes desayunar viendo el mar, como si nada. 

De los acantilados a la boutique vasca

La arquitectura de Biarritz es otro de sus encantos silenciosos. A cada paso, una mezcla elegante de casas vascas blancas con contraventanas rojas, palacetes Belle Époque y chalets modernistas. No hay nada uniforme, y eso lo hace aún más interesante. Desde el Faro de Biarritz, puedes tener una de las mejores vistas de la ciudad, con el mar chocando contra las rocas y la línea de costa estirándose hacia el País Vasco español.

En cuanto a las compras, aquí se viene a descubrir tiendas pequeñas con criterio: cerámica vasca reinterpretada, lino francés con cortes impecables, y esas tiendas de comestibles chic donde el paté viene con etiqueta tipográfica. Una parada imprescindible: Maison Arostéguy, un colmado gourmet con un ojo afinado para el diseño gráfico.

Y si lo tuyo es más la vida marina que la moda, el Aquarium de Biarritz sorprende por su arquitectura art déco y por su inmersión en la fauna atlántica, que aquí no es mero espectáculo, sino parte del tejido cultural. Como lo son los baños de mar, herencia de los tiempos imperiales. 

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El faro de Biarritz. Foto: Guillaume Coupy

Cómo vivir Biarritz como si fueras de aquí

Lo mejor que puedes hacer en Biarritz es bajar el ritmo. No porque sea una ciudad lenta, sino porque la prisa no combina con su tempo interno. Desayuna con calma en Bleu Café, camina por el Port des Pêcheurs entre barquitos y terrazas, y acaba en alguna vinoteca con vistas.

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La playa de Biarritz. Foto: Pauline Bernard

TURIUM TIPS

Surfear en la Côte des Basques: o al menos ver a los que lo hacen desde el mirador con un café en mano.
Dormir (o visitar) el Hôtel du Palais: no solo es patrimonio histórico, también es un símbolo de la ciudad.
Pasear por el Rocher de la Vierge: una caminata corta con una recompensa en forma de vistas panorámicas.
Tomar el aperitivo en Etxola Bibi: el chiringuito con la puesta de sol más icónica de la ciudad.