Este es el pueblo más bonito del norte de España: está muy cerca de una laguna que se llena de grullas en invierno
Daroca es un pueblo medieval lleno de encanto. FOTO : TURISMO DE ARAGÓN.

Este es el pueblo más bonito del norte de España: está muy cerca de una laguna que se llena de grullas en invierno

Daroca propone un viaje a la Edad Media en toda regla, con su muralla, sus torreones y su castillo. Además, tiene a su lado la laguna de Gallocanta, que es el paraíso de las grullas. Una reserva natural en Aragón entre las provincias de Zaragoza y Teruel.

Ángeles Castillo | Diciembre 8, 2025

El pintoresco Daroca, en el valle del Jiloca, dentro de Zaragoza, es realmente un viaje a la Edad Media, cuando vivió su máximo esplendor, de lo que da cuenta cada verano su Festival de Música Antigua. Ya no se trata de extasiarse ante la naturaleza circundante, presidida por la laguna de Gallocanta, adonde iremos, sino de atravesar su muralla, que llegó a sobrepasar los cuatro kilómetros de longitud y a tener más de cien torreones. Una emoción que vivimos haciendo lo propio en la muralla romana mejor conservada.

Daroca también fue ciudad de las tres culturas

Daroca pudo ser la aldea celtibérica Darek y la Agiria romana, contando con un castillo para defender la vía laminitana, que tal vez conectara Zaragoza, donde está el lago termal más grande de Europa, con Valencia. Aunque sobre esto los expertos tienen ciertas discrepancias.

Lo que sí está claro es que en el siglo IX se instaló en la villa la familia de los Banu al-Muhayir, árabes procedentes del Yemen, que le pusieron el nombre de Calat-Darawca. La gozaron durante cuatro siglos, hasta que Alfonso I de Aragón la conquistó en 1120. Luego Ramón Berenguer IV le otorgó fueros y privilegios que la dotaron de gran influencia social y militar. Esta notoriedad salta a la vista. Hay monumentos por doquier.

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Una de las puertas de la muralla de Daroca. FOTO: TURISMO DE ARAGÓN.

También es evidente que fue ciudad de las tres culturas, como Toledo, donde se puede hacer una ruta por los castillos más exclusivos, gozando cristianos, musulmanes y judíos de idénticos derechos, aunque sin mezclarse. Tan significada que ostenta el honor de haber recibido la visita de los Reyes Católicos, Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe V y Carlos II. En fin, muchísima historia. Fue ocupada en la guerra de Sucesión, en la de la Independencia, en las carlistas, aunque Daroca siempre permaneció leal a Isabel II, no así el cercano Maestrazgo, y siempre en el punto de mira y jugando un papel relevante.

Más de doscientos edificios catalogados como históricos

En Daroca hay que callejear por lo que fue la judería, actual Barrio Nuevo; deleitarse con sus casas señoriales, como el palacio de los Luna, la Casa de Canónigos o el Hospital de Santo Domingo, actual Museo de la Historia y las Artes, y visitar la basílica de Santa María, construida entre 1585 y 1592 según cánones renacentistas, pero con el peso de la tradición gótica. Se termina conquistando, como corresponde, el castillo, o lo que queda de él.

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La iglesia de Santa María de Daroca. FOTO: TURISMO DE ARAGÓN.

Esta noble villa aragonesa presume de tener más de doscientos edificios catalogados. A los ya mencionados se suma la iglesia románica de San Miguel, con pinturas murales góticas, y las de San Juan y Santo Domingo de Silos, que empezaron siendo románicas en el siglo XII y terminaron como mudéjares en el XIII. ¿Dónde más se puede encontrar arte mudéjar en Daroca? En las torres de estas dos últimas iglesias y en el palacio de los Luna (XV).

Una espectáculo natural único en una laguna muy especial

Más allá de deleitarse con el casco histórico, hay que hacer lo propio en clave paisajística, dirigiéndose a la cercana laguna de Gallocanta. Ver a las grullas, en formaciones de veinte o treinta, surcando los cielos, saliendo de sus dormideros o habitando las aguas y los lodos es un espectáculo visual y sonoro que no se olvida. Se han llegado a avistar 111.100 ejemplares en una sola jornada, la del 17 de febrero de 2022, según datos de la Red Natural de Aragón. Algo que nos devuelve de golpe al paraíso original. Y hablamos de una laguna a dos pasos, en Aragón, la mejor escapada de invierno.

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La laguna de Gallocanta se llena de grullas en invierno. FOTO: RED NATURAL DE ARAGÓN.

Estas aves esbeltas de gran tamaño son las auténticas protagonistas de la laguna de Gallocanta, una reserva natural entre la comarca Campo de Daroca y la del Jiloca, que se extiende sobre una altiplanicie a casi mil metros de altitud. La comparten, por tanto, Zaragoza y Teruel, siempre guardándose sorpresas. Por supuesto, una meca para los "pajareros", los locos del "birding".

Cuando llega octubre, no falla. Vienen a instalarse en estas tierras, en donde se quedan como mucho hasta marzo, así que es el momento para verlas, siempre en bandadas, trompeteando y dando voz a su característica y gritona sinfonía. Es un espectáculo por la aparición estelar de las grullas, pero también porque es la mayor laguna endorreica de agua salada de Europa, con una extensión de 1.924 hectáreas, 7,5 kilómetros de longitud por 2,5 de anchura.

El balneario que eligen las grullas para su invernada

Al no tener salida hacia cauces fluviales, se generan extensas orillas y zonas fangosas que son como hoteles de lujo para las aves limícolas en su temporada alta, haciendo parada en sus vuelos migratorios, en lo que curiosamente se conoce como paso postnupcial.

Gallocanta es, digamos, el balneario de la gran mayoría de la población europea de estas aves. Vienen a pasar el frío invierno en esta zona más cálida, aunque, a nuestro modo de ver, no lo sea tanto. Para ellas, es su invernada, que termina en febrero, cuando comienza la escalonada vuelta a casa, los países del norte de Europa, lo que sería su operación salida, el paso prenupcial, previo a la cría.

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Las grullas se quedan en la laguna de Gallocanta hasta febrero o marzo. FOTO: UNSPLASH/PROINSIAS.

Esta maravilla de la naturaleza no está perdida en recónditos lugares a los que haya que llegar tirando de espíritu aventurero, sino que la tenemos a la vista, dando vida a los municipios de Bello, Berrueco, Las Cuerlas, Santed, Tornos y al propio Gallocanta. Así pasa que se llena de ornitólogos y amantes de la naturaleza de todo el mundo, que atienden a la llamada no solo de las grullas, sino de las más de 220 especies de aves censadas en la zona, entre nidificantes, invernantes o de paso. Avutardas, aguiluchos laguneros o avefrías europeas. Son, en definitiva, un reclamo.

El humedal salino mejor conservado de Europa Occidental

No extraña que, además de Reserva Natural, sea Humedal de Importancia Internacional, pero es, especialmente, el mayor humedal salino de la Península Ibérica y, más aún, el mejor conservado de Europa Occidental. Tal vez le haga la competencia como mayor laguna salada europea la de Fuente de Piedra, en la provincia de Málaga, el reino de los flamencos.

Como puede imaginarse, los amaneceres y los atardeceres en Gallocanta son de una belleza difícil de describir. Al alba, sobre todo, cuando se empieza a oír a las grullas saliendo de sus dormideros. Se pueden llegar a ver 20.000 de una vez. Para hacerse una idea de lo ceremonioso de su invernada, entre octubre y diciembre de 2024 se censaron en esta cuenca 240.000 grullas, según datos oficiales del Gobierno de Aragón.

TURIUM TIPS

Rutas con las grullas. El Centro de Interpretación de la Laguna de Gallocanta, en la carretera entre Bello y Tornos, realiza visitas guiadas y gratuitas los fines de semana y festivos en dos pases, a las 11 h y a las 15:30. Es necesaria reserva previa en la web de la Red Natural de Aragón. No obstante, hay rutas señalizadas.
Un plan delicatessen. Visitar el Museo de la Pastelería Manuel Segura, con 150 años ya en el oficio. Un edificio de tres plantas que atesora su legado: utensilios, herramientas y demás. A la pastelería hay que ir a por las famosas almojábanas, una flor rellena de crema pastelera natural, de procedencia árabe, y a por las rosquillas, que son la joya darocense.
Dónde comer. En Daroca se tapea, vaya por delante. Pero, además, uno puede sentarse en el restaurante Ruejo a degustar las borrajas, el bacalao de feria o el cordero asado.
Dónde dormir. En La Posada del Almudí, una posada antigua rehabilitada que antes fue palacio (XV-XVI) y está en pleno casco histórico. Con restaurante, cafetería, sala de juegos, biblioteca con chimenea y jardín. Desde 75 euros.