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Está en Francia, pero parece el paraíso: la ciudad bretona junto al Mont Saint-Michel con playas idílicas y piscinas naturales

Lo llaman el pequeño París: esta es la ciudad con más glamour del sur de Francia
En Toulouse no solo podrás hincharte a ver joyas artísticas de todas las épocas mientras compruebas por qué la llaman la Ville Rose, sino que caerás rendido a los encantos del Garona y sus riberas.
A Toulouse se la conoce como la Ville Rose por el color de los ladrillos con que están hechos sus edificios. Pero es que además ha sido nombrada Ciudad del Arte y la Historia, así que es más que probable que ejerza sobre el visitante su inmenso poder de seducción. Por su abultado patrimonio arquitectónico, salpicado de más de 30 torres de escalera que encumbran aún más al gótico, y también por el magnífico conjunto que forma el río Garona con todos sus puentes y sus animadísimas orillas.
Las guinguettes, los "chiringuitos" tolosanos que pintó Renoir
En ellas descubrirás maravillas veraniegas como las guinguettes, que no son cabarets de los suburbios como en París, la Ciudad del Amor, sino la versión afrancesada de nuestros chiringuitos. Para pintarlas como lo que son, falta decir a modo de pincelada que parecen sacadas de un cuadro de Renoir, quien realmente las inmortalizó. Vaya por delante que en las guinguettes se puede comer, beber y hasta bailar. De hecho, el guinguet es un vino blanco de la región de Île-de-France. Y todo al aire libre, junto al río y a la tupida sombra de sus arboledas. Para nuestra fortuna, no hay ni una ni dos ni tres.

No tardamos en situarnos, con ecos parisinos, en el Pont Neuf, aunque sea el más antiguo, que conecta el centro con el barrio popular de Saint-Cyprien, donde está uno de los símbolos de la ciudad, la Capilla de Saint-Joseph de la Grave, cuya cúpula es un auténtico faro. A pesar de que no vayas en barco ni sea de noche, gracias a su silueta no te perderás. Este edificio del siglo XVIII forma parte del Hospital de la Grave, que se levantó en 1197 para alojar a los enfermos de la peste y jugó un papel formativo determinante allá por el XVII cuando ocurrió el Gran Internamiento de los Pobres.
Toulouse, la ciudad en torno a un río llena de parques
Como es verano, y andamos en busca del agua y lo verde, al ladito está el parque arbolado Prairie des Filtres, lugar de esparcimiento y escenario del festival Río Loco, porque, sí, Toulouse también es una ciudad de la música. Asimismo, el arte viene de los inspirados centros de exposiciones que hacen tan artísticas las riberas, como el Château d’Eau, el Bazacle, donde -apuntan- se mezcla la técnica, la lírica fluvial y el arte, o Les Abattoirs, el antiguo matadero.
Al nombrar Toulouse y la Garonne, que los ríos son femeninos en francés, ya se sabe, enseguida asoma el frescor del Canal du Midi, Patrimonio Mundial de la Unesco como la obra cumbre de la ingeniería del siglo XVIII que es. Basta pensar que une el gran río con el Mediterráneo. Y gracias al canal lateral, ya del XIX, con el Atlántico, por lo que es llamado el Canal de los Dos Mares. Además, hay un tercero, el de Brienne. Ni que decir tiene que estas vías acuáticas pueden descubrirse a pie, en bicicleta y, por descontado, en barco.

Tanta agua solo podía derivar en jardines por todas partes, como el Jardin Japonais, el Jardin des Plantes o el antiguo Jardin Royal, creado en 1754. Esta ciudad occitana, como suele pasar en Francia, se presta mucho al mantel de cuadros vichy y el pícnic. Nos encontramos en el sur del país, al norte de los Pirineos, en la capital del departamento del Alto Garona y de la región de Occitania, así como la capital histórica de la provincia del Languedoc, todo lo cual le da al viaje mucho abolengo y prestancia.
El Capitole y la basílica de Saint-Sernin, dos joyas de Toulouse
Pisando ya terreno histórico-artístico, el Capitole quizá sea el edificio más representativo de la Ciudad Rosa, que se levanta en la plaza del mismo nombre con toda su majestuosidad dieciochesca y neoclásica. Alberga el ayuntamiento, el flamante teatro de la ópera, el patio de Enrique IV tras el pórtico central y la Sala de los Ilustres, con pinturas al fresco que narran grandes momentos históricos. Toulouse ofrece igualmente un viaje en el tiempo, pasando por la basílica de Saint-Sernin, que presume de ser el edificio románico más grande de Occidente y está inscrito en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco como etapa crucial del Camino de Santiago.

Para recrearse en las filigranas del gótico medieval, hay que dejarse caer por el convento de los Jacobinos, con su fabulosa bóveda en forma de palmera, su decoración pintada, las siempre imponentes vidrieras jugando a atrapar la luz y un claustro en el que se suelen celebrar exposiciones y conciertos. Del Renacimiento nos hablan las puertas, portales y palacetes como el de Assézat.
Una bella mansión con un patio central donde se expresa con rigor la arquitectura clásica, llegando a superponerse los tres órdenes en cada una de sus plantas: el dórico, el jónico y el corintio. Lo mandó construir en 1555 Pierre d’Assézat, un acaudalado "capitoul", los poderosos magistrados de entonces. Es lo que se conoce como hôtel particulier. Esto es, ya se ve, un no parar. Y cuando toque hacerlo, que sea, no sin poesía, junto a la Garonne.