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La primera persona en dar la vuelta al mundo a pie es española: esto es lo que ha descubierto en sus viajes
Nacho Dean, explorador y escritor malagueño, es la primera persona que ha conseguido dar la vuelta al mundo a pie: una aventura que ha cambiado su vida.
En un mundo donde la rutina y las prisas son parte de nuestro día a día, algunos deciden caminar a otro ritmo. Es el caso de Nacho Dean, el explorador y escritor malagueño que decidió emprender una travesía histórica que cambiaría su vida y que lo convirtió en la primera persona del mundo dar la vuelta al mundo a pie.
Para Dean, "lo importante no es el destino, sino el camino". Y, con esta creencia, ha batido un récord histórico al convertirse en la primera persona en lograr esta hazaña, acompañado tan solo con un pequeño carro en el que llevaba lo indispensable para sobrevivir.
La vuelta al mundo a pie: tres años y 33.000 kilómetros
Nacho Dean es un explorador nato. Él mismo cuenta que, desde pequeño, ya percibía esa conexión con la naturaleza que le animó a iniciar este viaje: “Era algo que sentía que tenía que hacer”. Y, movido por lo que él define como “el hambre del alma y el espíritu”, se lanzó a la aventura. La inició un 23 de marzo de 2013 en la Puerta del Sol de Madrid, lugar al que volvió tres años después tras completar la travesía.
Comenzó su ruta con la necesidad de encontrar un propósito, de hallar un sentido a la vida más allá de lo material y lo superficial. Su viaje no fue solo físico: pronto se convirtió en una búsqueda de la paz interior en la que pudo darse cuenta del milagro cotidiano que es el simple hecho de estar vivos.

Lo más difícil fue dejarlo todo atrás: su familia, sus amigos y sus miedos. Todo se quedó en casa el día que salió a caminar. Tras tres años, superó cualquier temor y se dio cuenta de su potencial físico y espiritual: “Paso a paso, día a día, descubres de lo que eres capaz. Aprendes a valorarte y a valorar la vida”.
Los beneficios mentales han sido su mayor recompensa en esta gesta alrededor del planeta: “Encontré la paz. Siempre vamos corriendo a todos los lados, y andando te das cuenta de que lo importante es el paisaje. Además, aprendes a construir a la persona interior”. Del mismo modo, el aislamiento le hizo mucho más consciente: “Entendí que hay que valorar las pequeñas cosas y lo que cuesta conseguirlas”. Además, tras la aventura, creó una conexión profunda con todos los medios naturales, una simbiosis que va más allá de lo físico, que trasciende el tiempo y el espacio.
Dos grandes regalos: solidaridad y resistencia
Uno de los aspectos que más marcó a Nacho durante su travesía fue la solidaridad humana. En cada rincón del planeta, sin importar la religión, la cultura o la ideología, fue recibido con generosidad. "He conocido países, culturas y religiones diferentes, y en cada rincón encontré personas dispuestas a abrirme las puertas de sus casas". Para él, la humanidad tiene algo que la une más allá de las diferencias: "el deseo de ser feliz, de disfrutar de la vida en compañía de los seres queridos."
Sin embargo, entre todo lo bueno también experimentó momentos difíciles, como cuando tuvo que caminar 100 km en el desierto de Atacama con una manzana como provisión. No obstante, gracias a este tipo de experiencias aprendió a apreciar las cosas más simples. "Esa manzana me enseñó a valorar lo que tengo, a darme cuenta de que lo esencial no siempre está a la vista. Muchas veces lo que necesitamos está justo frente a nosotros, pero no lo sabemos ver".

Para él, el dolor físico es una pequeña parte de la aventura. Todo lo que el trayecto le aportó a nivel espiritual pesa más que cualquier dolencia pasajera. “Cuando estás en el desierto, estás completamente solo”. Para no sentirse aislado, tuvo que conectar consigo mismo, con la naturaleza y con el universo. Pese a todo lo ocurrido, el viaje más importante fue hacia su interior.
El proceso de transformación personal de Nacho Dean
En palabras del propio Dean, esto ha sido un sueño cumplido para él. Cuando habla de su experiencia, no lo hace desde la nostalgia, sino desde el orgullo y la claridad de haber llegado a la meta, feliz haber tenido la oportunidad de vivirlo y aprender de ello. Su enseñanza fundamental es haber aprendido a vivir con lo que tiene y también a valorar su cuerpo, que le permitió hacer el camino, y su paz mental.
Además, ha reforzado su compromiso con el medioambiente, lo que le ha llevado a defender que todos tenemos la oportunidad y la responsabilidad de crear un mundo nuevo. “El futuro es incierto, pero aún podemos cambiar las cosas”. Finalmente, tras treinta y tres mil kilómetros a pie, él encontró su propósito, y anima al resto a encontrar el suyo, sea de la forma que sea. Su historia es un recordatorio de lo que tiene verdadera importancia. Viajar fue lo que le ayudó a descubrirlo.
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